Entrevista de RNE - Hospital La Paz, Madrid

por Sandra Carrasco Nogueras

 

¿De qué depende que tengamos un sueño normal o una pesadilla?

 

Bueno, cuando hablamos de pesadillas nos referimos a sueños que provocan una respuesta emocional fuerte y desagradable. Las pesadillas están catalogadas como trastornos del sueño y se les denomina parasomnia.

Los sueños en si son una respuesta de la red del cerebro que se dan gracias a un sistema de regiones interconectadas, que permanecen activas durante periodos tranquilos del sueño como es la fase REM, conocida especialmente por los movimientos oculares rápidos. Esta fase, la fase REM es discontinua y además se divide en cuatro o cinco periodos a lo largo de la noche, ocupando un 20 por ciento total del sueño.

Es justo aquí en estos periodos donde ocurren normalmente los sueños que luego recordamos más claramente, siendo también en estos momentos cuando las pesadillas pueden aparecer. Estas suelen aparecer cuando los intervalos REM se alargan, tendiendo a ocurrir a la mitad del letargo.
Por lo que podríamos decir como una explicación fisiológica del sueño, que tendremos más tendencia a experimentar pesadillas en vez de sueños normales cuando los intervalos REM se alargan.

A parte de esta explicación más fisiológica, existen otros factores que afectan al hecho de sufrir pesadillas como son experimentar estrés, ansiedad, estar tomando alguna medicación o padecer algún trastorno mental siendo la causa más común, el trastorno de estrés postraumático (TEPT), donde personas que lo presentan suelen experimentar pesadillas relacionadas con el trauma.

 
¿Las pesadillas tienen alguna relación con nuestra vida? Si tenemos mucho estrés en el trabajo, si nos ha pasado algo malo recientemente, si hemos visto una película de miedo… este tipo de cosas influye?

Si, si tienen relación. Estas situaciones pueden generar estrés o ansiedad y esto aumenta la posibilidad de tener estos sueños desagradables. Además, las personas que sufren problemas de ansiedad o depresión tienen más tendencia a experimentar pesadillas de forma frecuente.

Es habitual que ese estado de tensión o estrés en el que nos encontramos cuando estamos despiertos en distintas situaciones de la vida, se extrapole a las horas de sueño.

De hecho, cualquier cambio en nuestra rutina por insignificante que sea puede suponer que tengamos un trastorno del sueño:

Un cambio de actividades, tener otro trabajo, haber tenido hijos…

Toda esta explicación es atendiendo a pesadillas en adultos, sin embargo en el caso de los niños es diferente, hay ciertas edades, especialmente entre los 3 y 6 años donde somos más susceptibles a sufrir pesadillas ya que somos más fácilmente impresionables y más vulnerables a padecer este fenómeno.

Entonces podríamos concluir, que tanto el sueño como las pesadillas tienen una gran relación con nuestra salud emocional.

 
¿Por qué nos solemos despertar cuando tenemos una pesadilla?

Las pesadillas, como hemos comentado anteriormente, aparecen durante las fase REM, siendo ésta, la fase de sueño más ligero, donde sin darnos cuenta estamos entre dormidos y conscientes. Aquí, ante la presencia de una pesadilla con las emociones de angustia que genera, nuestro cerebro lleva a cabo un mecanismo de defensa frente a esas sensaciones que causan miedo haciendo que te despiertes. Es normal que lo hagas con síntomas propios de ansiedad o nerviosismo como fuerte respiración o aceleración del corazón.

 
¿Se pueden evitar las pesadillas?

En cierta medida si, llevando a cabo una buena higiene del sueño, aunque bueno, esto tampoco nos garantiza la ausencia de estas.

Cuando hablamos de higiene del sueño nos referimos a una serie de hábitos y rutinas que se adoptan con el fin de facilitar el sueño y su calidad. Algunas de estas medidas serían:

Acostarse y levantarse todos los días a la misma hora.

Evitar comidas copiosas antes de acostarse y al menos 2 horas antes de irse a la cama.

Evitar el consumo de alcohol, cafeína o sustancias estimulantes. Mantener unas condiciones ambientales adecuadas

Realizar actividad física moderada especialmente al final de la tarde.

O practicar ejercicios de relajación antes de acostarse, como pueden ser la relajación autógena o progresiva y la respiración diafragmática.

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